Así habló Moisés, poco antes de subir al monte Nebo donde iba a morir: "Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que mandéis a vuestros hijos que cuiden de cumplir todas las palabras de esta Ley. Porque no es cosa vana; es vuestra vida, pues por medio de esta Ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra a la que vais para tomarla en posesión" (Deuteronomio 32: 46,47).
Dios pone aquí énfasis en la relación que existe entre la causa y el efecto. si vivimos de acuerdo con sus mandamientos, entonces el resultado natural es vida y salud. La desobediencia acarrea como resultados naturales la enfermedad y la muerte.
Varios años después Josué les dio este último testamento a los hijos de Israel: "Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis... pero yo y mi casa serviremos a Jehová"
(Josué 24:15).
¡Demos gloria a Dios en nuestros cuerpos! "¡Escoge la vida!" era el ruego de Moisés. Hoy sigue siendo el llamado de Dios a nosotros por intermedio del primer ángel de Apocalipsis 14; darle gloria a Dios comporta tomar buenas decisiones.
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